Cuando a los políticos les da por meterse en asuntos del idioma es para echarse a temblar y meterse debajo de las sábanas. Primero, cada vez que abren la boca, porque hay que ver qué perlas nos regalan en sus discursos, sobre todo si improvisan. Salvo honrosas excepciones, uno puede descubrir a uno de esos diputados que no aparecen por el Congreso con una simple pregunta: "¿usted qué opina de [lo que sea]?". Si la respuesta empieza por "yo pienso de que", es fácil que estemos ante un político con cargo en Madrid.
Luego vinieron los de la corrección sexista, haciendo apología de la redundancia (o rebuznancia) del "ellos y ellas", soltando arrobas por doquier, inventándose palabras (las celebradas bedelas) y pasándose por el forro las recomendaciones de la RAE, que para algo estará, cuando sacaron la Ley de la violencia de género (¿de qué género?).
En otro grupo, el último a analizar por ahora, están los nacionalistas. Esos que hablan de París o Londres pero que montan en cólera si se te ocurre decir La Coruña o Lérida. Con esos voy hoy, después de leer el otro día que una coalición regionalista berciana que va a presentarse a las elecciones está en contra de las formas "del Bierzo" y "al Bierzo", prefiriendo "de El Bierzo" y "a El Bierzo". En este caso también hay, al menos, un miembro de la Real Academia en contra: Valentín García Yebra, berciano él con calle y colegio con su nombre en Ponferrada. Y no me extraña, sobre todo cuando la razón que dan para el cambio es la redacción de la Ley de Comarcalización (ver ejemplo al respecto más arriba). Al menos podían haberse amparado en el Diccionario Panhispánico de Dudas, que es bastante claro al respecto y encima está de su parte.
A mí, como se imaginarán, me la suda cómo se diga. Lo que no alcanzo a comprender es en qué beneficia a Villafranca (y otros pueblos) ser de El Bierzo y no del Bierzo, como hasta ahora. Mucho menos al Consejo Comarcal, que no creo que por tener una letra más en el nombre vaya a recibir más fondos de la Junta. Eso sí, seguro que nos tocaban el bolsillo a todos a la hora de cambiar los carteles de las carreteras y, de paso, editar un par de mapas. Todo por el bien de nuestra tierra, supongo, ya que eso igual creaba algún que otro puesto de trabajo.
En fin, ¿saben lo más gracioso de todo? Que el dominio en Internet de uno de los partidos que forman esa coalición, el Partido de El Bierzo, no sigue su propia recomendación.
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