Según leo en Diario de León, el presidente del Congreso, Manuel Marín, pretende cambiar el horario de los plenos, adelantando la hora de comienzo para no salir a las tantas de la noche.
Lo gracioso del asunto es que, según menciona la noticia, se prevén deserciones en masa en las sesiones parlamentarias, en parte por la habitual abstención de nuestros honorables diputados, que se ve que se aburren, y en parte, pásmense, porque los angelitos consideran "una hora temprana" las once de la mañana de un martes y además, si tienen que ir a Madrid no pueden atender sus negocios locales. Éstos si que tienen la jubilación asegurada.
Por no ser hipócrita, debo decir que a mí también me parece una hora temprana las once de la mañana de cualquier día, pero como casi todos, me aguanto y me levanto antes aún (no mucho, por suerte) para ir a trabajar. También tengo muy claro que se me caería la cara de vergüenza si alguna vez fuera diputado y no fuera capaz de ir a trabajar tres días a la semana para cumplir mi cometido.
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