Se equivocó Eto'o el sábado en Zaragoza cuando amagó con irse del campo por los gritos racistas de cierto sector de la afición de La Romareda. Debería haber consumado la amenaza e irse del campo, y con él todos los demás jugadores, para dejar claro que hasta aquí hemos llegado, que una cosa es el cabreo momentáneo por una jugada puntual y otra muy distinta despreciar a alguien premeditadamente por el color de su piel. Con poca inteligencia, además, ya que en el Real Zaragoza también hay negros que se sienten insultados (más si cabe al ser su propia afición) cuando se les compara con monos.
Es triste que haya que llegar a estos extremos y que no sean los propios aficionados que rodean a los cuatro idiotas de costumbre los que se encarguen de hacerles el vacío, señalarlos y apartarlos del fútbol. Esperemos también que Eto'o no se quede solo, como se quedó Hiddink hace años cuando ordenó retirar una bandera nazi de la grada bajo amenaza de no sacar a su equipo a jugar.
Por cierto, el que sí se fue es Florentino Pérez, incapaz de controlar la ensalada de egos que puebla el vestuario del Madrid. Ha tenido más paciencia que Camacho, pero en esencia es lo mismo.
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