Ya está en vigor la famosa ley mal llamada "anti-tabaco", cuando en realidad es "anti-humos" porque no prohíbe el tabaco sino fumar en sitios públicos. Bueno, no exactamente, porque prohibido sólo está en los lugares de trabajo. Salvo que seas camarero, claro, en cuyo caso sólo estará prohibido para ti, pero no para los clientes al otro lado de la barra. A no ser que el dueño del bar haya optado porque su local sea un "espacio libre de humos", con lo cual estará prohibido para todos y el bar, me temo, vacío o casi.
Lo que quiero decir es que esta ley me parece un auténtico cachondeo y creo que serán pocos los que dejen de fumar como consecuencia directa de ella. Cachondeo porque, además de que en los bares es opcional (ergo, se puede fumar en casi todos), en empresas pequeñas donde se conoce todo el mundo, pasado el momento inicial de espectación, acabarán haciendo lo que quieran y no se van a denunciar entre ellos (alguno habrá, eso sí). Incluso hay quien ha declarado que pagará la multa si lo pillan pero no va a dejar de fumar en el trabajo. En cuanto a la relación entre la ley y el descenso de fumadores, sólo hay que escuchar los comentarios de la gente estos días, estudiando las formas de escaquearse para echar un pitillo y calculando si el tiempo del bocadillo dará también para un cigarrito extra.
Eso sí, de tratar al tabaco igual que a otras drogas ni hablar, que será malo, veneno y todo lo que quieran pero no deja de ser una buena fuente de ingresos para el Estado. Esa hipocresía es lo que más me revienta.
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