Esto sólo si nos fijamos en los que están bien aparcados, porque luego tenemos a los gilipollas que dejan el todoterreno encima de la acera, los que aparcan en los pasos de cebra y los rebajes para minusválidos, los que dejan el coche en doble fila y los que, como pasa justo delante de mi casa, aparcan, con dos cojones, ocupando un carril completo de circulación a pesar de la línea amarilla y la señal de prohibición que les da sombra a los coches. Amparados, claro, por una Policía Municipal tan preocupada de cerrar bares que no tiene tiempo de pasarse a ponerles una multa.
Y ahí es donde quería llegar, porque visto que los que tienen que hacer algo no se preocupan del tema, a uno le da por pensar otros métodos, algunos de los cuales ya se han probado en la calle arriba citada. A saber:
- Mirarles mal cuando salen del coche. No se dan por aludidos.
- Mostrarles la señal de prohibición o la pegatina del día que -oh, milagro- la grúa hizo su trabajo. Tampoco.
- Hacer comentarios al cruzarse con ellos. Nones.
- Imprimir tarjetas recordándoles que no se puede aparcar ahí. Menos.
- Imprimir tarjetas mentándoles a la madre. No lo he probado, pero teniendo en cuenta el punto anterior tampoco sabemos a ciencia cierta si los dueños de esos coches saben leer.
- Escupirles en el parabrisas. (Método copiado de un madrileño harto de coches en el carril-bici). Tampoco lo he probado y además es una cerdada, pero quizá sea el único lenguaje que entiendan. No lo descarto.
3 comentarios:
Otra opción, nada recomendable pero que te quedas como Dios (te lo digo por experiencia), es sacar una llave y hacerle un bonito dibujo en la puerta. No importa que no te quede muy artístico. No sabrá valorarlo.
Veo que las malas artes madrileñas van contagiándose en otros lados.
Ya se sabe que los usos de la corte acaban llegando a las provincias...
No he podido hacer fotos hoy, pero no es problema, están siempre.
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