Cuando empezaba a ver baloncesto, hace unos añitos ya, enfrentarse a Yugoslavia, tanto a nivel de selección como de equipos (aquella Cibona), era sinónimo de derrota casi segura. El tridente que formaban los balcánicos, la URSS y Estados Unidos era prácticamente inaccesible para cualquier selección y entre ellos -con diversos outsiders, como España en Los Ángeles '84- se iban repartiendo las medallas en las competiciones internacionales.
Sin embargo, las cosas han cambiado, como en la canción de Los Nikis El imperio contraataca, y en este mismo año le hemos ganado tres veces a Serbia, que viene a ser la heredera de Yugoslavia. La última hace unos minutos (87-75), en los octavos de final del Mundial y con una superioridad tan grande que el único recurso de los balcánicos fue protestar a los árbitros, y tampoco mucho.
Total, que España ya está en cuartos de final, donde espera otro trozo de ese tridente antaño inaccesible del que hablaba al principio: Lituania. Pero estamos en 2006, no en 1986, y esto es baloncesto, no fútbol, así que no es descabellado pensar que podemos meternos en semifinales, es más, lo contrario sería un fracaso. Que se preocupen ellos.
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