Prometí en respuesta a un comentario hablar de por qué el ciclismo pasó de ser el deporte perfecto para amenizar las tardes de primavera-verano a no despertar el menor interés aún teniendo a un español de líder en el Tour.
Me aficioné al ciclismo, como toda mi generación, a base de ver a Perico Delgado haciendo la goma en los puertos franceses hasta que por fin, en 1988, consiguió llegar de amarillo a París. A pesar de su cagada al año siguiente, cuando llegó tarde a la salida de la prólogo y perdió el tiempo justo para quedarse sin su segundo Tour, siempre fui admirador de Perico, incluso por encima del gran ídolo del ciclismo español: Miguel Induráin. Además, Perico no estaba solo, sino que había por ahí gente de la talla de Fignon, Lemond o Roche, que nos dejó sin el Tour del 87.
Creo que fue precisamente la llegada de Induráin la que empezó a condenar al ciclismo. Hasta Miguelón, las carreras de tres semanas se decidían en la montaña, a base de hachazos y escapadas de cien kilómetros. El propio Induráin basó sus primeras victorias en el Tour precisamente atacando en las etapas más duras (aquella bajada del Tourmalet detrás de Chiapucci) aunque pronto se dio cuenta de que podía sentenciar en las etapas contrarreloj y subir los puertos conteniendo en vez de atacando. O sea, etapas aburridas porque los buenos (Chiapucci, Bugno, Rominger), aunque saltaban, acababan engullidos por Induráin. Nos sabíamos el guión de memoria pero como ganaba un español se llevaba mejor.
Retirado el navarro, Lance Armstrong tomó su relevo como jefe del Tour a pesar de los intentos de Manolo Sainz y compañía de vendernos a Abraham Olano como el sucesor de Induráin (risas). Con el americano, el aburrimiento se hizo aún mayor dado que llegó un momento en el que sus rivales ya ni lo intentaban y se limitaban a competir entre ellos por ser segundos. Después de casi veinte años ininterrumpidos siguiendo las grandes pruebas ciclistas, 2004 fue el primero en el que vi menos de la mitad de las etapas del Tour (el Giro no lo sigo desde los tiempos de Induráin y la Vuelta ya no sé ni cuando es). Para ver un duelo de contrarrelojistas ya está el récord de la hora, una carrera es otra cosa.
Los líos del dopaje -que ya existían cuando Perico ganó en el 88- sólo han venido a darle la puntilla a este deporte, que desgraciadamente ya no se cree casi nadie.
1 comentario:
El problema del ciclismo, aparte del doping, es que ya es absolutamente previsible. Etapas de sprinters, de escapadas, de montaña y de contrarelos. Intereses de los equipos y nadie se sale del guion. Los Tours de Perico fueron otra cosa.
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